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Londres y el Amor | #LasEastham

El día llegaba a su fin. Era el primero que Marco pasaba en Londres, allí donde la mayor cantidad de gente se reunía en el mundo y hacía de la playa el mejor sitio para conocer. Marco efectivamente conoció a muchas personas, entre ellas a muchas mujeres.

Marco suspira, mirando un poco al infinito y otro tanto al firmamento de motas de luz urbana de una vida muy distinta a la diurna, con objetivos y motivaciones diametralmente opuestas. Por la noche, las caretas caían y los trajes de oficina trocaban en trajes para un baile en cuyos compases solían acabar dejando atrás a aquellos de sentimiento moderado.

A Marco le interesó saber qué clase de hombre hacía suspirar a las londinenses por nacimiento o adopción. Quería saber cuál era aquél que las sacaba a bailar en sus sueños febriles... y cuáes las que lo hacían en la realidad.

-Demonios. Sí que lo hemos hecho mal...- se dice a sí mismo, murmurando en voz baja.

El amor vivía en los corazones de las mujeres de Londres, sí, pero estaba herido de muerte. Pese al glamour de la mayor urbe del mundo, más de una reconoció que un hombre sencillo, extrovertido y fiel la haría suspirar tanto como una serenata del príncipe más azul del cuento más de hadas que se haya escrito. Sin embargo, la fidelidad era un bien escaso y, al parecer, muchos hombres vivían entregados a lo inmediato de la carne.

-Sólo son fieles a su infidelidad- le confesó una bella rubia con cierto dejo de amargura, pese a que, en un mundo cuerdo, cualquier hombre normal le entregaría su corazón y su alma con sólo una mirada.

Marco sigue contemplando. Tiene ganas de dormir en la playa... y extraña un poco a su Río de Janeiro natal. Sonríe, pues mientras el amor viva en el corazón de alguien, nada está perdido y mientras el suelo sea fértil, sólo queda ser digno de regarlo.

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