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Popgram: Helsinki y su festival

Helsinki huele a frío, a música rota y a cerveza que se congela antes de tocar el suelo. Katlin lleva horas en este festival y todavía espera que el destino, por una puta vez, le tire una botella de licor directamente a las manos.
A todos les ha caído una.
A ella no.
Ni una gota.
La maldición del alma en números rojos.

Mientras el público vibra al ritmo de bandas que no sabría pronunciar ni aunque le pagaran, Katlin ha ido conquistando hombros como si fueran estaciones de metro. Se ha subido a desconocidos borrachos, a una chica finlandesa que podría arrancar árboles de raíz, al pobre Cowboy —que la sostuvo como si ella fuera un bulto ligero y no el caos entero condensado—, y también a un guardia de seguridad que repetía “NO puedes colarte en el backstage” mientras intentaba no reírse.
Ese mismo guardia que casi se cae cuando ella le señaló la mesa de canapés como si fuera la tierra prometida.

El backstage no cayó.
Los canapés tampoco.
Pero Katlin sí consiguió algo: una vista increíble del escenario desde todos los hombros posibles y la certeza absoluta de que, algún día, de algún modo, una botella del cielo tendrá su nombre grabado.

Hasta entonces, se queda con esto:
el ruido, el hielo, la música que vibra en las costillas, y la risa helada que se le escapa cuando mira alrededor y piensa que, incluso en un festival perdido del norte, la vida tiene ratos que duelen menos.

Katlin sigue esperando su botella.
El mundo sigue haciéndose el tonto.

Y ella levanta las manos, congeladas, pero firmes:
“Ya caerás, cabrona. Ya caerás.”

Show spoiler

#HelsinkiFestival#ButcherMode#NoMeHaCaidoNiUnaBotella
#SigoEsperandoDestino#ParezcoUnHadaPeroRoboCarteras